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viernes, 21 de marzo de 2008

MUSIC OF THE SPHERES, JUNTO AL GUGGENHEIM DE BILBAO

FUENTE: DIARIO VASCO

BILBAO.DV. Fue como esas conjunciones astrales que le apasionan: Mike Oldfield (Reading, 1953), el atrio del museo Guggenheim, la pasión por el sinfonismo que marca su obra sobre todo sus primeros años (Tubular Bells, Hergest Ridge, Ommadawn, Incantations) y toda una orquesta, la Sinfónica de Euskadi, para respaldar y hacer sonar una partitura orquestal pensada por un músico que huye tanto de su pasado y a tal velocidad que siempre termina por alcanzarlo y se topa con él; una y otra vez, como atrapado en una de las esferas del título de su nuevo proyecto, obra magna cuya sóla descripción lleva casi a ponerse de pie o a meter la cabeza entre las piernas, según se mire: una teoría pitagórica sobre la conexión de la música con el sol, la luna y los planetas. Nada menos.
De este lado del planeta Tierra está la OSE, con Enrique Ugarte al frente, que volvió a hacer una exhibición de cómo respetar una partitura y la personalidad de su autor hasta hacerla levitar sin por ello anular la suya, pese a las estrecheces que padecieron en el atrio del museo. Fueron un vehículo irreprochable para esta incursión de Oldfield en la música clásica, aunque conviene recordar que ya orquestó Tubular Bells en 1975 y giraba en 1979 con una orquesta de medio centenar de músicos.
La pieza, 45 minutos en dos partes y 14 fragmentos, rebosa de guiños a su obra y es un concentrado reconocible de los hallazgos y reiteraciones que adornan y persiguen a este músico, tan dotado de talento incuestionable como paralizado por su hastío de las servidumbres y la evolución del rock: permaneció tan en segundo plano, mimetizado con el atril y la partitura, que apenas se le oyó a la guitarra en contadas transiciones.

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